Ovarian Cancer Survivor Leans On Family, Faith And City Of Hope To Defy Odds
03/17/2016 12:23PM | 7493 viewsAllisa Miller was 29 years old when she was diagnosed with ovarian cancer. Then the mother of a 2-year-old daughter, Miller was determined to fight the disease. She came to City of Hope soon after her diagnosis, receiving the institution’s unique blend of patient-focused care and leading-edge treatment. Today, Miller is in remission and will soon be participating in City of Hope’s Walk for Hope on Nov. 8, 2015.
Here, she shares a glimpse of her
emotional journey – and the vital role City of Hope played in her recovery.
**
“You have cancer.” Two days after
having surgery to remove a tumor in my abdomen, I heard those dreadful words as
I lay in a hospital bed.
“No, I don’t!” I wanted to shout.
What I do have is a beautiful 2-year-old daughter, my life’s best
accomplishment, an adoring husband, an amazing family, a job that I love and
wonderful friends. I absolutely cannot have cancer!
My doctor gently told me,
“Unfortunately, the tumor was not what we originally thought. It’s malignant.”
Two days later, my family met with a
gynecologic oncologist who confirmed the diagnosis. He advised us to treat the
ovarian cancer with several rounds of aggressive chemotherapy.
Cancer. It was supposed to be a
baby. My husband and I had been excited about the possibility of growing our
family, but what I had initially hoped might be early signs of pregnancy
(slight abdominal swelling), ended up being a tumor.
I was 29 years old. With cancer.
I have a hard time even articulating
the fear and anguish that I experienced within those first few weeks. I was
numb. I was angry. I saw the beautiful life with my family slipping through my
fingers. I was defeated.
We went to City of Hope for a second
opinion. Walking onto the campus, I was impressed. Everyone was so friendly and
welcoming. We met with Dr. Robert Morgan and he confirmed my diagnosis
and explained my treatment plan. There was something reassuring about being at
City of Hope. My family and I were comforted knowing that I would be treated by
a caring and compassionate medical team at the world's leading institution for
cancer research. I needed a strong team behind me, and clearly City of Hope was
that team.
Starting treatment was one of the
most difficult days in my cancer journey. By starting treatment, I was
accepting that I had cancer. On April 7, 2014, at 9 p.m., with my husband
holding my hand and my parents at an arm’s reach, my body received its first
round of chemo. I cried. I prayed deeply. How dare this cancer threaten my
being a mommy to a precious baby girl. I knew I was up for the challenge to
face the fight ahead. I leaned on my faith. I was ready to fight this with
every fiber of my being.
Losing my hair was another blow. My
world had already been turned upside down, and the one iota of self-confidence
I had left was slowly stripped away. One day you can be on top of the world,
living a blessed life, and the next you are staring at an unrecognizable image
of yourself in the mirror. I was told it was common for hair loss to occur
10-14 days after starting treatment. Mine started on day 18. Just long enough
for me to hope that I would be one of the small percentages of patients who
didn’t experience hair loss. It was defeating. While I would gladly sacrifice
my hair for more tomorrows with my family, it was a hard hit to take when I was
already down.
Being diagnosed with cancer is like
joining an exclusive club full of wonderful members – but a club no one wants
to be a member in. I have had the privilege of connecting with so many
wonderful cancer patients and survivors. Some have triumphed over cancer.
Others have not. I have lost many friends to cancer; each having left a lasting
impression on my heart. Having cancer is a truly humbling experience. I was
shown so much care, concern and support from all over the world. My friends, my
family and people I didn’t even know all rallied behind me to show their love
and support.
The care that I received at City of
Hope was nothing short of amazing. From being greeted at the reception desk, to
the nursing team on Unit A who have now become some of my lifelong friends.
They were with me in the middle of the night assuring me, “Get some rest. We’re
on watch now.” They laughed with me while watching “Ellen” every afternoon.
They looked at me with kindness and tenderness, frequently giving me a silent
strength, a reminder that they were part of my team, too — and they weren’t
about to let me fail. Not on their watch. They didn’t want to see me in pain
and anguish and they did everything they could to make me feel comfortable in
an uncomfortable situation.
Each and every member of my medical
and nursing teams are truly angels on earth, and I thank them sincerely for
being part of my team.
I have triumphed over cancer. I
could not have done it without my friends and family, my faith and City of
Hope.
Learn how to register or donate to Walk for Hope, a national
fundraiser to advance the research and treatment of women’s cancers.
Allisa Miller tenía 29 años de edad cuando fue diagnosticada con cáncer
de ovario. En ese tiempo ya era madre de una niña de dos años, y estaba
resuelta a luchar contra la enfermedad. Vino a City of Hope poco después del
diagnóstico, y aquí recibió la combinación única de cuidados enfocados en el
paciente y tratamiento de vanguardia. Hoy día, Miller está en remisión y muy
pronto participará en la Caminata
por la esperanza de City of Hope el 8 de
noviembre de 2015.
Aquí, ella comparte un vistazo a su viaje emocional, y el papel
importante de City of Hope en su recuperación.
**
"Usted
tiene cáncer". Dos días después de la cirugía para extirpar un tumor en mi
abdomen, escuché esas palabras terribles mientras yacía acostada en mi cama del
hospital.
"No, no
tengo cáncer", quería gritar. Lo que sí tengo es una hija hermosa de dos
años, el mejor logro de mi vida, un esposo que me adora, una familia
sensacional, un empleo que me encanta y amigos maravillosos. ¡Definitivamente
no puedo tener cáncer!
Mi médico cuidadosamente
me dijo: "Desafortunadamente, el tumor no fue lo que pensábamos
originalmente. Es maligno".
Dos días
después, mi familia se reunió con un ginecólogo oncólogo quien confirmó el
diagnóstico. Él aconsejó que tratáramos el cáncer de ovario con varias sesiones
de quimioterapia agresiva.
Cáncer. Se
suponía que debía ser un bebé. Mi esposo y yo estábamos emocionados con la
posibilidad de tener más hijos, pero lo que inicialmente tuve y que yo esperaba
que fuesen los signos tempranos de un embarazo (inflamación abdominal leve),
resultó ser un tumor.
Yo tenía 29
años de edad... y cáncer.
Me cuesta
trabajo incluso hablar del temor y angustia que sentí en esas primeras semanas.
Estaba anonadada. Estaba enojada. Sentí que la hermosa vida con mi familia se escapaba
de mis manos. Estaba derrotada.
Fui a City of
Hope para una segunda opinión. Al ingresar al campus, quedé impresionada. Todos
fueron tan amables y me sentí acogida. Nos reunimos con el Dr. Robert Morgan; él confirmó
mi diagnóstico y nos explicó mi plan de tratamiento. Había algo que me
tranquilizaba al estar en City of Hope. Mi familia y yo nos sentimos consolados
al saber que me trataría un equipo médico muy cuidadoso y compasivo en la
institución líder a nivel mundial en investigación del cáncer. Necesitaba un
equipo fuerte conmigo, y fue evidente que City of Hope fue ese equipo.
El comienzo del
tratamiento trajo consigo algunos de los días más difíciles en mi lucha contra
el cáncer. Al dar inicio al tratamiento, estaba aceptando que tenía cáncer. El
7 de abril de 2014 a las 9 p.m., de la mano con mi esposo, y con mis padres
sentados junto a mí, mi cuerpo recibió la primera dosis de quimioterapia.
Lloré. Recé con todo mi corazón. Cómo se atreve este cáncer a amenazar que yo
siga siendo madre de una bebé preciosa. Sabía que estaba lista para enfrentar
el reto que se avecinaba. Me apoyé en mi fe. Estaba lista para luchar contra
esto con todo mi ser.
La pérdida de
mi cabello fue otro golpe. Mi vida ya estaba de cabeza, y la única pizca de
confianza en mí misma que me quedaba lentamente se desvanecía. Un día puede una
estar de lo mejor, viviendo una vida bendecida, y el siguiente día está una
viendo una imagen irreconocible de una misma en el espejo. Me dijeron que era
común que la pérdida de cabello ocurriese de 10 a 14 días después de comenzar
el tratamiento. La mía comenzó el día 18. Justo el momento en que yo abrigué la
esperanza de ser una del minúsculo porcentaje de pacientes que no pierden el
cabello. Fue una derrota. Aunque con gusto sacrificaría mi cabello para tener
más días con mi familia, este fue un duro golpe al sentirme ya tan derrotada.
Recibir un
diagnóstico de cáncer es como inscribirse a un club exclusivo con otros miembros
maravillosos, pero un club al que nadie quiere ir. Tuve el privilegio de
relacionarme con tantos pacientes de cáncer y sobrevivientes maravillosos.
Algunos han triunfado en su lucha contra el cáncer. Otros no lo han logrado. He
perdido muchos amigos por el cáncer, y cada uno de ellos ha dejado una huella
en mi corazón. Tener cáncer es verdaderamente una experiencia aleccionadora. Se
me demostró tanto cuidado, preocupación y apoyo de alrededor del mundo. Mis
amigos, mi familia y personas a quienes yo no conocía se unieron a mí para
mostrar su amor y apoyo.
Los cuidados
que recibí en City of Hope fueron mucho más que increíbles. Desde el saludo en
el escritorio de recepción, hasta el equipo de enfermería de la unidad A,
algunos quienes ahora se han convertido en mis amigos de por vida. Estuvieron
conmigo en muchas noches para reconfortarme, "Descanse... nosotros estamos
de guardia". Reímos juntos muchas tardes viendo el programa de
"Ellen". Me miraban con bondad y cariño, frecuentemente me daban
fortaleza en silencio, un recordatorio de que ellos eran también parte de mi
equipo, y que no estaban dispuestos a verme perder la lucha. No mientras ellos
estuvieran de guardia. No querían verme con dolor y angustia e hicieron todo lo
posible para hacerme sentir con comodidad en una situación por sí misma
incómoda.
Cada miembro de
mi equipo médico y de enfermería realmente son ángeles en la Tierra, y
sinceramente les agradezco que hayan sido parte de mi equipo.
He vencido al
cáncer. No lo habría logrado sin mis amigos, mi familia, mi fe y City of Hope.
Conozca cómo
inscribirse o donar a la Caminata
por la esperanza, una recaudación de fondos nacional para el avance de la
investigación y tratamiento de los cánceres en mujeres.
Conozca más acerca del tratamiento e
investigación de cáncer de ovario en City of Hope.
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