In the United States, pain is the most common reason
individuals consult with a physician, yet for many – especially the Hispanic
community – pain is a very sensitive topic especially among cancer patients. However, through culturally-relevant education
on how best to manage pain, patients can empower themselves to have an active
voice in their healthcare and learn how their cancer journey can be pain free.
When I was younger, my grandmother was a patient at City of
Hope (COH) and since she did not speak English, I was her voice to communicate
her needs to the healthcare team. It was then that I decided to become an
educator, to do research and provide people with the necessary tools and
resources to equip themselves to be their own health advocates.
Five years ago, I helped develop, evaluate, and implement the
educational program with my colleague, Gloria Juarez, RN, PhD for
Spanish-speaking patients at COH on strategies for dealing with pain as a
cancer patient. When it comes to the topic of pain, there are many myths
patients believe prior to taking our classes. For example, because we provide
patients with a questionnaire before beginning the program to understand their base
knowledge of pain and pain management, we discovered common themes.
Patients believed that:
- If there was pain, this meant that their cancer
was returning. They feared a relapse.
- Pain was part of the cancer treatment because having
pain meant that the cancer was leaving their body.
- If they told their doctor that they had pain, it
might delay their treatments or they would have to take more pain medication and
inevitably become addicted.
The power of education and knowledge was evident as within a
span of a one-hour class, these perceptions were quickly dispelled. Patients
learned that they could go through their cancer journey pain free. They also
learned that they were taking their medication incorrectly – something they
were not aware of. They didn’t know they
had preventive pain medication as well as medication for breakthrough pain. As
part of the program, a nurse reviewed each patient’s pain medication and taught
him/her how to take it correctly. In a follow up 30 days later, we found that
patients reported that their cancer pain was reduced by 50%.
In addition to the importance of learning the facts about
pain, equally critical in our classes has been the role of culture and the how
to frame the information within this context.
For example, when it comes to educating English-speaking patients,
classes are more information-based and centered on tips and tools. With our
Spanish-speaking patients, we took a very cultural approach and focused on
empowering them and helping them to take a more active role in speaking up,
asking questions, and making decisions about their care. We encouraged them to
educate themselves more on their diagnosis, treatment, and options because
those who take an active role in their care have better health outcomes.
With our Hispanic patients, they had an added bonus – an
incredible support system from their families, who even attend the education
classes with them. We learned that in most families everyone has a role in
taking care of the patient. For example, one person might be in charge of
taking the family member to their appointments, another to pick up their
medication, and another designated to speak with the doctor if the patient does
not speak English or is too sick.
Because of this cultural aspect of Hispanic patients, we began to
interview the caregivers at the end of the class to better understand the
impact of the classes on them as well. We found that they benefitted from the
classes – not only because they understood how to help their family member but
because they now felt more empowered to take control of their own health and
well-being – especially if cancer runs in their family.
In summary, both the medical community and patients need to
do understand more about pain and pain management strategies in order to attain
better health outcomes. Latino patients must become their own self advocates by
arming themselves with information including keeping a pain log and a
medication journal in order to better communicate with their healthcare team on
what they are experiencing. At the same time, we need more bilingual healthcare
professionals in place to bridge the cultural gaps with Hispanic patients as
well as educate non-Hispanic physicians on how the cultural nuances (e.g, 5
family members attending an appointment with the patient) can be leveraged as
a benefit to the overall treatment and prognosis of the
patient.
En Estados Unidos el dolor es la causa más común por la que las personas consultan a un médico. Sin embargo, para muchos, especialmente para la comunidad hispana, el dolor es un tema muy delicado, principalmente entre los pacientes con cáncer. No obstante, a través de una educación adecuada sobre la mejor manera de manejar el dolor, los pacientes pueden aprender a tomar parte activa en su salud y aprender el proceso adecuado para enfrentar el cáncer sin dolor.
Cuando
yo era más chica, mi abuela fue paciente de City of Hope (COH), como ella no hablaba inglés, yo fui su voz cuando
necesitó comunicar sus necesidades a al equipo de profesionales encargados de
su salud. Fue entonces cuando decidí convertirme en educadora, e investigar y
proporcionarles a las personas las herramientas y recursos necesarios para que
ellos pudieran, por sí mismos, hacerse cargo de su propia salud.
Hace
cinco años, con mi colega Gloria Juárez, RN, PHD ayudé a desarrollar, evaluar e
implementar el programa educativo sobre estrategias para lidiar con el dolor
relacionado a la enfermedad del cáncer para pacientes hispanohablantes en COH.
Cuando se trata el tema del dolor, hay muchos mitos con los que llegan los
pacientes a nuestras clases. Gracias al cuestionario, acerca del dolor y su
manejo, que entregamos antes de comenzar el programa, descubrimos temas
comunes.
Los pacientes creían que:
- Si sentían dolor, significaba que su cáncer
estaba regresando. Temían una recaída.
- El dolor
era parte del tratamiento del cáncer porque sentir dolor significaba
que el cáncer estaba saliendo de su cuerpo.
- Si les decían
a sus médicos que sentían dolor, podrían retrasar el tratamiento o
tendrían que tomar más medicamentos para el dolor e inevitablemente se volverían
adictos.
Apenas con una hora de
clase,
pudimos evidenciar el poder de educar e informar ya que estas percepciones se
disiparon rápidamente. Los pacientes aprendieron que podían atravesar la senda
del cáncer sin dolor. También aprendieron que estaban tomando sus medicamentos
incorrectamente, algo de lo que no eran conscientes. No sabían que tenían a
su disposición un analgésico preventivo, así como un medicamento para contrarrestar
el dolor repentino y agudo. Como parte del programa, una enfermera habló acerca
del medicamento para el dolor de cada paciente, y les enseñó cómo tomarlo de la
forma correcta. Después de 30 días hicimos un seguimiento y encontramos que los
pacientes reportaron que el dolor relacionado al cáncer se redujo un 50%.
Además
de la importancia de aprender acerca del dolor, el papel que juega la cultura y
el marco en el cual se da la
información han sido igualmente
importantes en nuestras clases. Por
ejemplo, cuando se trata de educar a los pacientes de habla inglesa, las clases
están más enfocadas en dar información y proporcionar consejos y herramientas.
Con nuestros pacientes hispanohablantes, adoptamos un enfoque cultural centrado
en capacitarlos y ayudarlos a asumir un papel más activo a la hora de expresar
sus opiniones, preguntas y toma de decisiones. Los animamos a que se informen mejor
con respecto a su diagnóstico,
tratamiento y opciones, porque aquellos que toman un papel activo en su cuidado
tienen mejores resultados.
Nuestros
pacientes hispanos tenían una ventaja sobre otros: un increíble sistema de
apoyo familiar, que además los acompañan a las clases. Hemos aprendido que en
la mayoría de las familias, todos juegan un papel en el cuidado del paciente. Uno
puede estar a cargo de llevarlo a sus citas, otro de recoger sus
medicamentos o de hablar con el médico
si el paciente o no habla inglés o está muy enfermo. Debido a este aspecto
cultural, comenzamos a entrevistar a los cuidadores al final de la clase para entender mejor el impacto de estas sesiones informativas. Hemos encontrado que se
beneficiaron, no sólo porque les ayudó a entender cómo apoyar a su familiar, sino porque ahora se sentían
más capaces de tomar el control de su propia salud y bienestar, especialmente
si el tipo de cáncer que éstos padecían
era hereditario.
En resumen, la comunidad médica y los pacientes necesitan
entender más acerca del dolor y las estrategias para manipularlo adecuadamente. Los pacientes
latinos deben hacerse cargo de sí mismos, informarse adecuadamente, mantener un
registro de dolor y un diario de medicamentos para poder comunicarse mejor con
su equipo de atención médica. Al mismo tiempo, necesitamos más profesionales de
la salud bilingües para cerrar las brechas culturales con los pacientes
hispanos, así como educar a los médicos no hispanos sobre cómo pueden beneficiarse
de las particularidades culturales (p.ej., 5 miembros de la familia asistiendo
a una cita con el paciente) para el tratamiento y el pronóstico del paciente en
su totalidad.
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