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Joseph Alvarnas, MD

Cancer Research Specialist, City of Hope

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Una Segunda Opinión, Lo Más Natural y Sano

05/21/2014 12:39PM | 9373 views

A través de numerosas experiencias he comprobado que los pacientes se sienten abrumados cuando se les diagnostica el cáncer y se les habla acerca de los posibles tratamientos. Gajes del oficio de los oncólogos.

Cuando esto sucede, el primer impulso, especialmente en pacientes hispanos, es comentarlo con sus amigos y parientes. Normalmente acuden a éstos en busca de más información, quieren comentarios y opiniones valiosas; necesitan el apoyo de aquéllos en los que confían.

En muchas ocasiones ese apoyo es indispensable para atender correctamente y dar seguimiento efectivo al tratamiento; otras veces, en cambio, esta costumbre puede resultar contraproducente (como lo comenté en un artículo anterior). En estos casos, es lamentable que los pacientes hispanos no acudan a consultar directamente un médico para buscar la verdad o para sentirse seguros con el tratamiento.

Después de diagnosticar un cáncer, puede suceder no solo que la terapia se convierta en un camino muy difícil de transitar, sino que la terapia, además pueda convertirse en el impulso necesario para efectuar cambios profundos en la vida. Por lo tanto, antes de iniciar cualquier tratamiento, es de esperarse que los pacientes deban entender los beneficios, los riesgos y, más aún, las alternativas disponibles.

A menudo, el miedo de ofender al médico que los ha atendido, al querer obtener más información acerca del diagnóstico, o el cuestionar si éste es o no acertado, tanto como buscar otras terapias u opciones de tratamiento, terminan siendo los obstáculos más comunes para comprender a profundidad el proceso por el que atraviesan. En otras palabras estamos hablando de pedir una segunda opinión.

Para empezar, si le acaban de dar un diagnóstico tan serio, lo último por lo que debería preocuparse es por ofender a alguien. Además, para que lo sepa: la mayoría de los médicos no se molestarán en lo más mínimo si necesita o desea pedir una segunda opinión. Cualquier médico verdaderamente preocupado por el bienestar de sus pacientes los motivará a estar mejor informados, y más involucrados en su proceso de sanación. Y llegado el caso de que un médico se molestara ante la mención de una segunda opinión, esto debería ser suficiente razón para conseguir una.

Particularmente, cuando se habla de cáncer, esto representa un gran cambio en la vida, y es esencial conseguir la mejor información disponible así como averiguar todas las posibilidades para tratarlo. La mayoría de la gente no dudaría en llevar su auto a otro mecánico si el presupuesto que le ha dado el primer mecánico consultado es bastante costoso. No deberíamos conformarnos con menos tratándose de nuestra salud, y nuestra vida.

Un paciente necesita sentirse cómodo sabiendo que la comunidad médica lo apoya y que las segundas opiniones son indispensables. De no ser así, y si el paciente no cuenta con el apoyo de los profesionales, cuando se enfrente con un diagnóstico devastador y sus exhaustivas terapias, buscará apoyo en su comunidad, y muy probablemente reciba opciones de tratamientos alternativos que no tengan un buen sustento médico y que no sean realmente saludables o útiles.

Como ejemplo de esto diremos que todo el mundo tiene siempre una historia acerca de una dieta especial, de una hierba o de una vitamina que ha curado al amigo de la esposa de un primo, o a otro conocido "lejano". Para alguien enfrentando una enfermedad grave, como lo es el cáncer de próstata o de seno, donde la cirugía puede fundamentalmente cambiar la manera en cómo una persona vea su propio cuerpo, una píldora mágica o dieta parecerá a simple vista muy atractiva y mucho más fácil que buscar a otro médico para obtener una segunda opinión, y enfrentar la cruda realidad del diagnóstico.

En lo personal, no me opongo a nada que el paciente quiera probar, siempre y cuando no reemplace o interfiera activamente su tratamiento. Y sí consideraría como una parte importante de su cuidado y terapia, disuadirlos contra cualquier suplemento si éste tuviera la posibilidad de interactuar con su medicamento o contrarrestar los beneficios del mismo.

El tema de las segundas opiniones es en realidad uno de los síntomas de un asunto mucho más grave y urgente que enfrenta la comunidad médica: desde hace tiempo que el modelo profesional de la salud necesita evolucionar. Todos sabemos cómo funciona este modelo: el paciente acude a un experto para recibir un diagnóstico, el experto hace un gran pronunciamiento acerca de su condición, y el médico espera que el paciente haga ciegamente lo que él, como experto, recomienda. El problema con este modelo es que a menudo hay un gran abismo entre lo que creemos que la gente está haciendo en su casa una vez que salen del consultorio, y lo que realmente están haciendo; en realidad con este modelo se ignora cuánto están participando con su proceso de sanación, o a qué grado están siendo influenciados por otros fuera de la comunidad médica.

Cuando una persona no se vuelve responsable ni entiende que es parte activa de su proceso de curación, se crea un abismo que tiene gran impacto en nuestra capacidad para ayudar a los pacientes. Las personas tienden a ser más propensas a seguir con su tratamiento si lo ven como una manera de tomar control de su vida, esto los hace sentirse seguros en sus decisiones en cuanto a la atención médica y, a largo plazo, favorece su capacidad de efectuar un impacto significativo en los resultados.

Por otro lado, si los pacientes se consideran pasajeros pasivos de una travesía médica, y no tripulantes a cargo del viaje, su sentido de compromiso e interés por participar en su propio cuidado se reduce notablemente. Es entonces cuando los remedios herbarios y otros tratamientos alternativos, no comprobados en su totalidad, se vuelven más importantes que las segundas opiniones y las terapias tradicionales.

Por ello conviene cambiar el modelo de atención médica comenzando con nosotros mismos, analizar la manera en cómo tratamos a nuestros pacientes, para estar en posibilidades de cambiar las costumbres dañinas, y capacitar a los pacientes para que cuiden, también ellos mismos, de su propia salud. Con demasiada frecuencia los médicos sentimos que nuestro rol implica solo reparar lo dañado, sin embargo, nuestro campo de acción es más extenso, y, además de sanar, deberíamos también ayudar a los pacientes a desempeñar un papel más activo a la hora de recuperar su salud y elegir comportamientos, actividades, e incluso una dieta más saludable; sin olvidar la importancia de comprender realmente las consecuencias de no hacerlo. Un claro ejemplo es volverlos conscientes de la relación entre la obesidad y las enfermedades crónicas tales como la hipertensión y la diabetes.

Las elecciones que hacemos en nuestra vida cotidiana tienen consecuencias para la salud a largo plazo, sin embargo, la gente no suele comprender la relación que ciertas malas costumbres tienen con la enfermedad y las relaciones que las buenas elecciones cotidianas tienen con la salud. Al enfermar existe otra desconexión: la gente suele pensar que es el momento para ceder el control, en lugar de una oportunidad para tomar control de su salud, en colaboración con su médico. Lo ideal sería que esta asociación comenzara cuando los pacientes están sanos, esto facilitaría el camino si llegan a enfermar.

Todo lo dicho implica que es urgente, no solamente capacitar a los pacientes, sino trabajar también dentro del sistema de salud para que se apoye el cambio de enfoque de la comunidad entera, creando de esta manera un ambiente donde las segundas opiniones no sean una amenaza a la relación, sino un poderoso refuerzo de sus muchos beneficios.

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